Si cuando piensas en tu experiencia con una técnica como el brainstorming empiezas a sudar, a maldecir o simplemente a aburrirte, no te preocupes, te ha sucedido como a la mayoría de empleados de cualquier empresa al intentar generar ideas súper creativas para un reto. Conclusión: mucha frustración y alta desconfianza en este tipo de métodos.
Generalmente, el que más y el que menos tiene su propio trauma con este tipo de temas. Y es que no hay empresa que se precie de innovadora que no tenga este tipo de práctica entre sus hábitos más recurrentes.
Pero, ¿por qué no acaba de funcionar? ¿por qué pasa esto con una técnica tan famosa y utilizada como ésta?
La respuesta rápida es: no está diseñada para la empresa y además se usa mal.
La respuesta larga (aunque no me quiero liar mucho):
Alex Osborn, publicista y creativo donde los haya, inventó la técnica tras darse cuenta de su potencial para generar ideas locas en equipo y crear conexiones entre ellas. Esto dio un pequeño método al siempre caótico mundo publicitario y parece que funcionó bastante bien en el sector.
Hasta aquí, no problem. Bien por Alex.
Pero mira tú por donde que alguien del mundo empresarial, y no especialmente creativo, se dio cuenta de que eso podía ser la panacea, así que claro, se trajo la famosa lámpara de Aladino desde las salas creativas a los despachos de las grandes empresas para que obrase tales milagros. Pero….¡oh, sorpresa!, no funcionó del todo.
Tenemos la manía de coger prestadas cosas de lugares lejanos y creer que a nosotros nos quedarán bien.
Creer que el brainstorming nos va a funcionar genial en la empresa es como comprar un mueble de diseño visto en un catálogo y esperar que nuestra casa se parezca a la de la foto.
Es importante saber que la mayoría de técnicas para generar ideas tienen su base en lo que llamamos “provocación”. Y no, esto no significa que hagan que nos enfademos (aunque a veces haya gente que se desespere) sino más bien que nos ayuden a desviarnos de nuestro pensamiento más convencional para experimentar con otros puntos de vista (pensamiento lateral).
Pues bien, la única provocación que nos ofrece el brainstorming son las propias ideas que surgen de los compañeros de equipo. Y ahí ya tenemos el primer problema. A diferencia de los creativos publicitarios, que ya se les presupone una gran creatividad, la mayoría de personas no hemos entrenado esta habilidad. Sí, sé que es duro, que la culpa la tiene el sistema educativo y que las empresas no lo han fomentado lo suficiente…lo sé, creedme, llevo escuchando esto los últimos veinte años.
Además, si a esto le sumas que el clima y la cultura empresarial de la mayoría de organizaciones no es precisamente lo más permisivo del mundo, hace que cualquier provocación, salida de tono, idea loca o demás “tonterías” sean prácticamente tabú. Así que prácticamente hemos eliminado uno de los primeros ingredientes del gran secreto de los publicistas.
Así que la primera conclusión, como ya avanzaba en la respuesta rápida, es: el brainstorming no funciona en las empresas convencionales porque no está diseñado para ellas, ya que viene de un entorno publicitario, muy diferente en cuanto a mentalidad y modus operandi, a todas las demás empresas que consideramos fuera de la industria creativa.
Otro error común es el de no hacer conexiones entre ideas. Lo habitual es que cada persona diga sus ideas, prácticamente de forma independiente a lo que digan los demás. Solemos anotarlas todas, como si de un listado se tratara, pero no se juega con las ideas, sino que sólo se evalúan. Al evitarlo, no establecemos mejoras, conexiones, fusiones y demás procesos que son los auténticos protagonistas en una sesión de este tipo. Entonces, ¿qué diferencia hay entre hacerlo en equipo o hacerlo individualmente y luego juntarlas todas?
Si has llegado hasta aquí puede que estés pensando “vaya, es justo lo que nos sucede a nosotros”. Enhorabuena. Ya eres más consciente que la mayoría.
Recuerda que el primer paso para cambiar algo es tener conciencia de ello.
Espero haber contribuido a ello.