A pesar de llevar años hablando del cambio de paradigma que atravesamos, en el que vamos poco a poco dejando atrás el mindset de Revolución Industrial para ir hacia uno ¿Digital? ¿del Conocimiento? (el nombre no es tan importante como entender el cambio), no deja de asombrarme lo poco que hemos avanzado mentalmente, ya que la realidad es que no nos hemos adaptado a lo que el entorno nos demanda. 

Si hay algo que caracteriza a este nuevo entorno es la capacidad de pensar por uno mismo. Nuevos problemas, mucha más complejidad e incertidumbre y una demanda en la rapidez de nuestras acciones implican una responsabilidad de pensamiento y toma de decisiones antes sólo reservada a unos elegidos.

Recuerdo cuando me comentó un cliente el día en el que sus jefes le habían dicho que ya era hora de aportar más ideas y soluciones. Entonces es cuando vino a mí y me hizo la siguiente reflexión: toda la vida obedeciendo y ahora quieren que piense por mí mismo. ¿Cómo lo consigo?

Pensar en sí mismo ya es difícil. Ser consciente del propio proceso, más. Cambiarlo y mejorarlo, todo un reto. Y eso no se hace «simplemente» pidiéndolo a los trabajadores. Hay que dotar de recursos para que el cambio suceda. Y no me estoy refiriendo sólo a darles una formación de dos días y luego enterrarlos en emails hasta que se olviden de todo (igual os suena). Es importante formarles, aplicar el contenido al puesto de trabajo, crear proyectos para que pongan en práctica las nuevas habilidades, acompañar a los equipos en ese cambio…

Al reflexionar sobre esto me viene una frase que lleva acompañándome años:

 «Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia».

Nunca estuvo más presente. Luchemos contra esa ignorancia. Demos recursos a la gente. No les abandonemos en el cambio más importante de sus vidas o la organización se resentirá.