Maria Rodés es compositora y cantante. Es una de mis cantautoras preferidas no sólo por su tono de voz sino porque consigue que, a través de sus canciones, me introduzca en un mundo nuevo de fantasía aunque sólo sea por unos minutos. Desde que comencé con esta sección de conversaciones tenía claro que debía invitarla para explorar su proceso creativo, el origen de su imaginación y sobre todo cómo es capaz de acceder a esos estados de fantasía tan propios – y exclusivos- de la niñez.  

 

Datos curiosos:

  •  Su sueño desde niña fue ser una cantante/actriz, como la gran Rita Hayworth o, nuestro ejemplo más nacional, Marisol.
  • Aunque su padre es abogado, sus inquietudes eran cantar y escribir. No es casualidad que sus dos hijas heredaran sus sueños de juventud (su hermana Andrea es escritora) y los hicieran realidad.
  • Lilith, su último disco hasta la fecha, es un trabajo conceptual en torno a las brujas, y la idea le surge planteándose si ella misma no habría sido una de ellas en el pasado.
  • Además de su carrera artística ha estudiado Comunicación Audiovisual y Psicología.

 

 La nevera de ideas

Tengo claro que no todo el mundo es ocurrente (que no creativo) pero, quién sí lo es, siempre tiene una manera muy propia de producir y gestionar sus ideas. A los pocos minutos de hablar con Maria me doy cuenta de su gran mundo interior, su intuición y su capacidad de observación.

“Siempre me vienen muchas ideas a la cabeza, pero no sé bien de dónde. Lo importante para mí es saber escucharlas y diferenciar entre los caprichos y las buenas ideas. Para conseguirlo hay que dejarlas en una especie de nevera, ya que las ideas tienen que madurar. Con el tiempo, las que persisten mucho son a las que les hago caso y las convierto en realidad.”

Me encanta este concepto de guardar las ideas en un lugar en el que no mueran, o al menos que puedan sobrevivir las que tengan que hacerlo mientras maduran. Con ello conseguimos esperar al momento adecuado, ya que las buenas ideas no lo son sólo por su originalidad, sino por el valor que aportan, y ello es inseparable del momento en el que se ejecutan. Como decía Victor Hugo, “no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.

 

Prisioneros de nuestras cabezas

Con Maria he conseguido el objetivo inicial con el que me planteé esta sección, y es que no sea una entrevista a un invitado sino una conversación interesante entre nosotros. Gracias a ello surge un tema que ya toqué en mi libro El Jukebox del emprendedor”, y es que los creativos no pueden dejar de serlo aunque esto implique hacer cosas que no deseemos.

“Es realmente raro cómo funciona el proceso, es decir, muchas veces se me ocurre algo pero no me apetece hacerlo, es más, ¡me da mucha pereza! Pero algo en mí me dice, Maria, debes crear esto. Es cómo si la idea tuviera vida propia y se manifestara a través de mí.”

Sin ponernos esotéricos, es cierto que a los que nos llegan ideas no sabemos muy bien porqué lo hacen. Quizá somos prisioneros de nuestras propias cabezas.

Como decía antes, este tema ya me interesó hace unos años. Os dejo aquí lo que escribí entonces sobre ello:

Hay un cuento del maestro de ciencia ficción Isaac Asimov en el que una empresa del futuro selecciona a grandes soñadores. Esos soñadores se dedican a soñar enviando, gracias a un casco con unos sensores pegados a sus cabezas, el material soñado a dicha empresa con el fin de que todo el mundo experimente lo mismo que ellos. Un día uno de esos grandes soñadores entra en el despacho del jefe y le dice que no quiere soñar más. Su vida es un infierno. Quiere ser como las demás personas, con sus vidas sencillas, sí, pero sin sobresaltos. No aguanta más trabajar de soñador. El jefe le deja irse no sin antes alabar el magnífico don que tiene. No lo convence y éste renuncia. Es entonces cuando Frank, el ayudante del jefe, le pregunta extrañado que por qué lo ha dejado marchar.

El jefe toma la palabra para dar toda una lección que podría aplicarse perfectamente al emprendedor.

Le dice: Frank, tu puedes dejar de trabajar aquí en cualquier momento. También yo. Este es nuestro trabajo, no nuestra vida. Pero no él. Donde quiera que vaya, haga lo que haga, soñará. Mientras viva, tendrá que pensar; mientras piense, tendrá que soñar. Nosotros no lo mantenemos prisionero, nuestro contrato no es una muralla de hierro. Es prisionero de su propia cabeza, Frank. Así que regresará, ¿qué remedio le queda?

 

Los sueños como materia prima

Hablando de soñadores, considero que la música que compone Maria tiene mucho que ver con lo onírico, con la fantasía, con mundos que nunca hemos visto y que, a la vez, te devuelven a la infancia.

“Me gusta lo mágico. Los sueños son lo más creativo que hay. Es la libertad del inconsciente, la intuición. Mucha gente no persigue sus sueños, por miedo, por falta de confianza…, y es una pena, porque de ahí podemos inspirarnos para crear.”

Siempre me ha interesado analizar de dónde surgen las ideas, cómo es el proceso creativo en diferentes personas, y de ahí extraer conclusiones que ayuden a mis clientes y lectores. Y, al final, confirmo siempre que existe una materia prima, sea cual sea, con la que construimos esas ideas. En el caso de Maria son los sueños, la vuelta a la infancia, las pequeñas cosas que intuye. Con esos ingredientes y su talento no me extraña que haga esos discos tan bonitos.

Creatividad con alma

Estos días, además de irme de tardeo con Maria, también he aprovechado para encontrarme con María (ésta ya con acento) que, a priori, no tenía nada que ver ni con la música ni con la fantasía. Tras charlar con ambas y extraer conclusiones por separado, me he dado cuenta de que no son tan diferentes. Las dos han dado mucha importancia a crear con lo que ellas llaman “alma”.

La creatividad que se hace programada y que no tiene alma no va a ningún lado.”

 Le comento el caso de las Spice Girls, de cómo fue un grupo fabricado ad hoc que funcionó durante un tiempo y ambos concluimos que siempre hay excepciones, pero que en general, si lo creado carece de autenticidad, no suele funcionar.

 “Escribo para mí, para conocerme más, para saber quién soy. Si eso le vale a los demás me hace feliz, pero el origen no es ese.”

 Recuerdo que uno de los consejos que siempre les dan a los escritores de ficción es que antes de escribir, vivan, vivan mucho, atesoren experiencias que luego puedan contar en sus libros. Esto no va de que lo hagan perfecto a nivel gramática o que no tengan ninguna falta ortográfica (aunque se agradece que no los haya) sino de conocerse a uno mismo para que lo que surja destile autenticidad, y eso es lo que acaba creando conexión con los demás.

Yo me pregunto, ¿tienen esto en cuenta las organizaciones? ¿podemos aplicar las conclusiones que extraigo de mi charla con Maria a los procesos de creación en las organizaciones? ¿No están echando de menos los clientes productos y servicios auténticos y no Frankensteins creados en los despachos?

Mientras nuestro mundo sea así, siempre nos quedará refugiarnos en los que fabrica Maria.

Libros recomendados

  • El camino del artista, de Julia Cameron.
  • Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés