David Garrido es ingeniero electrónico. Tras casi una década trabajando en Siemens, ha fundado su propia empresa en torno a su último invento: una herramienta para tatuadores que ha sorprendido al sector a nivel internacional por su innovación. Pero lo que más sorprende de él no puedes verlo ni en su C.V ni en ninguna red social. En nuestra conversación descubrirás las claves creativas de todo un Da Vinci del siglo XXI.

Datos curiosos:

  • A los 17 años entró un Dojo para aproximarse a la meditación Zen. A día de hoy medita todos los días antes de ir a trabajar.

    David y yo charlando en la Enterprise de Star Trek.

  • Tiene un sentido de la estética tan marcado que todo lo que hace tiene que ser “bonito”. La belleza es un fin en sí mismo.
  • Su héroe sigue siendo Data, el chino inventor de la película de los Goonies.
  • Conocí a David cuando buscaba ideas de negocio innovadoras para invertir. Le escuché hablar de su start-up, me gustó mucho lo que transmitía y me quedé a charlar con él. En ese momento nos “robaron” una foto que ha pasado a ser nuestra favorita por parecer que estamos dentro de la Enterprise.
  • Es un gran aficionado al café de especialidad y no recuerdo ningún encuentro con él donde no hayamos degustado el mejor café disponible de la zona mientras hablamos de ideas, proyectos y, como no, intentamos arreglar el mundo. Si pasas por el Mision Café puede que nos encuentres allí filosofando.

 

Arreglando linternas

Tras muchos años impartiendo charlas y formación sobre pensamiento creativo en diversas organizaciones todavía no tengo claro si la creatividad se hereda, se adquiere, o es una mezcla de ambas (lo que sería lo más lógico). Es una de las preguntas que más me suelen hacer, como bien os comentaba en el primer post. En el caso de David podemos decir qué fue exactamente lo que activó todo su sistema de pensamiento:

“Recuerdo que mis padres me enviaron a un campamento con sólo seis años. Al ser tan pequeño me dieron algunos consejos y un par de trucos. Uno de ellos fue a cómo arreglar mi linterna. Acabé arreglándosela a todos los compañeros, incluso a los monitores. Ahí sentí “la llamada”; me di cuenta de que las cosas tenían un funcionamiento y se podían reparar si lograba entenderlo. Era fascinante, así que a partir de ahí cultivé esa pasión.”

En esta pequeña historia se pueden ya apreciar algunos ingredientes que todo creativo necesita: pasión por algo, ganas de cultivarlo y, muy importante, lo que yo llamo confianza creativa. Si el pequeño David, por muy apañado que fuera, se hubiera limitado a lo que ya controlaba (reparar linternas) nunca hubiera confiando en que podía arreglar o inventar aquello que se propusiera.

 

El arte del Ying/Yang como filosofía de vida

David es un Da Vinci contemporáneo. Le encanta la mecánica, los procesos, los datos, pero también la estética, el arte y el diseño. Eso, al igual que Leonardo, lo hace un tipo único y peculiar ya que el que suele estar centrado en lo hard se suele olvidar de lo soft, y viceversa. Pero todo esto tiene un precio a pagar, es lo que me gusta denominar “el lado oscuro de la creatividad”.

Se me ocurren miles de ideas para desarrollar pero soy consciente de que no hay tiempo para todo, me falta una vida para hacer todo lo que se me ocurre, así que tengo que elegir, y eso es doloroso. Esto me ha convertido en un auténtico freak de la productividad y no soporto a la gente poco productiva, me recuerda lo importante que es el tiempo y derrocharlo es un auténtico crimen.”

Cuanto más centrado está en lo productivo, en inventar, mejorar o solucionar con el famoso ingenio de los de su perfil, más entra en bucle con pensamientos tóxicos:

“Esta forma de ser y de pensar tan productiva y creativa tiene su lado oscuro, ya que puede ser muy tóxico para mí.  Por ello necesito la espiritualidad, el estar conmigo mismo. Eso me ayuda a alejarme momentáneamente de la ansiedad que me produce no poder hacer todo lo que voy apuntando en mis listas infinitas.”

Con 17 años ya meditaba y hacía yoga. Seguramente de forma inconsciente el joven David ya buscaba su propio bálsamo, una medicina para el alma que compensara una mente productora de ideas complejas.

 

Tattoos, fuentes de alimentación y vida emprendedora

Aunque siempre tuvo las ganas de emprender, de crear su propio trabajo, le faltaba una gran idea. Pero, al igual que a Cristina Martín, la serendipia vino a visitarle:

“El camino del emprendedor vino después de el del creador. Yo estaba continuamente chachareando e inventando, y me di cuenta de que necesitaba una fuente de alimentación distinta para mis cosas. Como no existía ninguna en el mercado que fuese bonita decidí que crearía una propia. Y eso para mí era importante porque creo que los objetos tienen alma, y nos comunicamos con ella, por ejemplo, para mí es una experiencia totalmente distinta el escribir con un lápiz normal que con un auténtico Blackwing. Cuando tuve terminada la fuente se la enseñé a algunos amigos. Tuve la gran suerte de que dos de ellos coincidieron en que resultaría especialmente útil para los tatuadores, así que me puse a pensar sobre ello. Me di cuenta de que era un buen sector, de que había demanda y era económicamente viable. Un mes después me lancé a probar y debuté con mi propio equipo stand en una convención de tattoo. No llegó a pasar una hora de la apertura y ya tuve mi primer cliente. Y así nació Musotoku

¿Suerte? Creo que no. Ya sabemos que le gustaba inventar. Además fue más allá y al no encontrar lo que buscaba decidió crearlo él mismo. Encima fue curioso al investigar un sector que desconocía. Y fue valiente al lanzar una empresa para comercializar su invento. Os acabo de enumerar los ingredientes de una buena serendipia.

De nada.

 

Ritos diarios

Todos los creativos de perfil inventor que he conocido tienen su ritual y sus, porque no decirlo, manías. David no es una excepción. Al igual que yo es un loco de las listas para ser más productivo y, a pesar de que hoy no tiene sentido, utiliza (utilizamos) cuadernos distintos para cosas distintas. Aquí su artillería:

  1. Una Moleskine para anotar sus ideas
  2. Un cuaderno sólo para reflexiones y las cosas que quiere que le sucedan, algo así como el cuaderno de deseos.
  3. Otro para listas de tareas pendientes.
  4. Y por último, listas en todos sus dispositivos digitales.

“Creo en los rituales: por la mañana medito 30’ y luego al llegar al trabajo lo primero que hago es reflexionar sobre cómo deseo que sea mi jornada preguntándome cosas como «¿qué es lo que quiero sentir hoy?» o «qué es lo que más me emocionaría que me sucediera este día», y lo escribo intentando que sea algo emocional y espiritual para mí. Después le toca el turno al cuaderno en el que planifico todo lo que tengo que hacer. Y finalmente me lanzo a mi Moleskine para seguir trabajando sobre las ideas y diseños que me ocupan. Aunque es una rutina bonita confieso que muchos días lo que me pide el cuerpo es acción, y el obligarme a parar y escribir me resulta incómodo, así que necesito usar toda mi voluntad para perseverar y tranquilizar a mi niño interno que quiere ponerse a jugar lo antes posible. Al final del día tomo notas de lo que ha pasado, y ese momento me gusta más porque ya estoy más tranquilo. Soy un fan de celebrar los pequeños triunfos y que no se pasen. Hay que celebrarlo todo. Para ayudarme a conseguir un mayor foco en estas rutinas me pongo siempre la misma música en mis cascos, y en estos momentos todo mi equipo sabe que no deben molestarme.»

 

 Libros

  • Trilogía: Demian, Siddartha y El lobo estepario, de Herman Hesse. Leyendo estos libros se dio cuenta de que era diferente a sus compañeros y que además quería serlo.
  • El camino del corazón, de Sánchez Dragó. David y yo coincidimos en que este libro nos marcó para entender la espiritualidad de otro modo y nos ayudó a visualizar nuestro camino. A mí me gustó tanto que años después fue un honor que Fernando me entrevistara en su programa Las noches blancas.
  • The art of start, de Guy Kawasaki. Fue el último libro que leyó antes de lanzarse con la empresa.